domingo, 1 de mayo de 2011

Papelera de Reciclaje

existe un lugar en la memoria de nuestro ordenador (interno y ese que usamos para poner en palabras lo que sentimos) en donde quedan vagando esas palabras que no llegaron a ser obras, textos publicables o cualquier otra cosa en donde tengan cierto orden y lógica.
Porque como dice la canción nada se pierde, todo se transforma, esta especie de desorden literario forma parte de esos momentos en que una escribe sin saber para quién o para dónde...





Cuerpos, deseos y prostitución   

(Borradores para ponencia en Encuentro Feminista de Uruguay.2016)
A todo esto vos lo empezas a aprender de chiquita. El tiempo en tu cabeza es eterno, es algo que no tiene fin. No conseguía trabajo y un hombre me dijo que si me acostaba con él me daba medio kilo de azúcar.
Cuando se hacía la redada estaba en un sótano, éramos chicas, yo tenía 12 años y éramos una tanda de cómo 15 chicas ahí. Nos metían, ponían la mesa arriba y jugaban al pocker. Tuve 3 hijos en cautiverio y esos sucios me buscaban, buscaban a las chicas embarazadas.
No me gusta, no me gusta, pero no me alcanza para lo que pago de arriendo. Trabajo todavía y lo que más me duele son los chicos, los niños que se dan cuenta de eso.
Había una maceta con una planta, que no crecía por más que la madama la regaba. Y puteaba todo el tiempo. Un domingo me dejan encerrada, había otras chicas, yo era la nueva. Había una ventana de esas altas, chiquitas. Y las pibas agarraban la maceta, sacaban la planta y la daban vuelta para turnarse a mirar. Tres camiones a cada una nos tocaba. Por eso no le crecía la planta…
Yo, un día que estaba harta y llorando porque un cliente fue bien rudo conmigo… yo le dije al boss ¨si quieren mis tetas, se las devuelvo¨. Agarré un cuchillo de la casa y le dije ¨Me las corto cabrón¨. Se rieron de mi, me dieron un par de bofetadas y quedé castigada. Sin comida dos días, sin ver a nadie. Entonces me porté bien, ellos tenían razón, a qué me regresaba a Venezuela? A la pobreza, jodida en la calle, sin plata ni para estudiar… si una no tiene oportunidades, pues decide lo que otros digan, o no?
Todos estos son fragmentos de relatos de mujeres que ¡eligieron? la prostitución. Como dice una de ellas, cuando una no tiene oportunidades no es realmente una quien decide sobre su cuerpo.
En muchos de los lugares que estuvimos, hombres y mujeres sostienen que las mujeres que van al prostíbulo lo hacen por sí solas, que son prostitutas libres. Pero después de 6 años trabajando en este tema, escuchando relatos y viéndolas en su vida cotidiana, viendo la violencia doméstica y sexual a las que muchas se ven sometidas, más la presión de sostener a las familias, de pagar alquileres, estudios, medicinas… es imposible afirmar que no son esclavas de explotación. Estas sujetas están esclavizadas por los valores culturales, por la condición social en la que viven, determinadas por el territorio en el que nacieron.
Por qué entonces el debate no sale al resto de la sociedad?
Esta soy yo, a los 19 años me fui a vivir a España cansada de discutir con mis padres sobre mi deseo de ser actriz y no poder hacerlo en una casa en donde creían que esa no era una carrera sino una forma de no hacer nada en la vida. Llegué sola y sin papeles, rápidamente me ofrecieron tramitármelos en una casa en donde fui contratada para limpiar y cuidar chicos. Pero yo había gastado todos mis ahorros en llegar a Madrid a ser actriz y no podía quedar encerrada en ese espacio y menos que mis padres se enteraran lo que estaba haciendo. Renuncié y me ofreció un vecino Mexicano trabajar para él en su inmobiliaria. Le entregué todos mis papeles para comenzar los trámites. Al poco tiempo vinieron a citarme para darme trabajo en un boliche nocturno, en una línea porno y luego mi jefe me encerraba en departamentos vacíos para insinuarme que sin sexo no había papeles. Estuve perseguida durante un tiempo por una red de tratantes que convencía a chicas como yo para trabajar de prostitutas un tiempo a cambio de dinero y papeles.
La coacción cuando las circunstancias de vida no son las que deseamos o necesitamos para sobrevivir hace que las elecciones que tomemos estén reguladas por la urgencia, no por el deseo. No pretendo decirle a ninguna mujer como debe vivir su vida, pero no deseo que ninguna mujer tenga que pararse en una esquina, con frío, calor, con temor por su propia vida, dejando a sus hijos solos para conseguir dinero para un plato de comida. Porque es un engaño decir que reglamentar la prostitución empodera a las mujeres que están en la esquina. Nuestro país ya fue reglamentarista y quienes se beneficiaron fueron los proxenetas, los policías y jueces que hoy también son el sostén de esta violencia.  
Nuestra experiencia con mujeres que viven en países reglamentaristas sostienen que viven en igual situación de vulnerabilidad, que es el Estado de manera legal quienes ahora las violenta con impuestos y persecuciones sobre sus cuerpos y sobre dónde es legítimo transitar. Toman droga y alcohol para soportar, del mismo modo que quienes no desean estar ahí lo hacen para dormir el dolor del cuerpo y la mente.  Son las mismas mujeres las que dicen que cuando quieren salir del no hay opciones posibles, no hay planes, ni apoyos económicos para emprender otros posibles negocios que no se basen en la venta de sus cuerpos.    
Soberanas es el proyecto  con que le trabajamos hace más de 3 años y que convoca a pensar el lugar de las mujeres en la sociedad apelando a las sensaciones que se producen desde los relatos en primera persona de quienes diariamente construyen y llenan de valor la consigna ¨No más violencia hacia las mujeres¨ o el actual ¨Ni una menos¨. Nosotras creemos que el debate debe ser llevado a todas partes, pero sobre todo a las escuelas, en donde chicas y chicos están haciendo sus primeras experiencias de vida y tienen la posibilidad de pensarse y pensar la posición legitimada de que la prostitución se asume como la cosa más normal del mundo cuando se trata en realidad de un negocio que otorga ganancias solo a un grupo reducido de personas, en general hombres, y que incorpora todas las cadenas de la explotación social, racista y sexista vigentes en nuestras sociedades.  
Esto no es pararse en la vereda de enfrente de quienes están en la esquina, sino trabajar como abolicionistas para que las provincias que aún sostienen códigos contravencionales que persiguen a las sujetas en situación de prostitución sean retirados y legislen a favor de ellas como estado protector, en cualquiera de las elecciones que como sujetas realicen, garantizando los recursos necesarios para que puedan elegir libremente dónde quieren estar.
Lejos de casa, o tal vez solo a unos metros. Te sacaron todo, todo lo que pueden sacarte cuando no tenés nada. Te sacaron de vos. Solo sos un pedazo de carne que se pudre. El tiempo en el encierro se cuenta por cantidad de hombres que pasan por tu cama. Toda tu vida en ese único espacio que es tu descanso y tu terreno de guerra. No importa cuanto resistas, ellos terminarán por domarte.


Sin título II
Yo acá con tanto deseo de quererte y vos sumergido en el silencio en el que te regodeas con tus demonios.  No me rindo a la idea de que vos y yo sigamos siendo dos solos en el mundo. Ya no creo posible continuar intentando querer cuando tengo la certeza que el ser amado está allá afuera negándose a mí. Si una se pasa la vida buscando la parte que la complete, que la haga sentir viva, que despierte sensaciones a cada segundo… por qué nosotros que nos encontramos al inicio del mundo, nos enamoramos, nos perdimos, nos volvimos a encontrar, nos amamos con el cuerpo al que tanto temor le temíamos… la carne lejos de separarnos nos unió más y una vez más nos alejamos, bien fuerte y rotundo... pero nos volvimos a encontrar, nos volvimos a amar pero sin animarnos a hacerlo por completo.  Cuál es el miedo que encierra este acto egoísta de no entregarse al otro por completo.
Será mi obsesivo deseo de representar el papel de jineta que viene al rescate del príncipe encerrado en la torre que no puede escapar de sus fantasmas, la que me une después de tanto tiempo a vos?
Y se me acaban las estrategias, ya no doy vueltas y me abro a vos, aunque duela más que la vez anterior me doy permiso de sentir la locura de estar en tus brazos y recorrerte con los míos. La pasión de sentir tu cuerpo penetrando el mío, tus manos amasando, agarrando, arrancando pedazos de mi piel… tu lengua me recorre, me chupa, me succiona, se lleva todo lo que tengo para darte y no consigo atravesar el muro que pones entre nosotros.
Rompes mi corazón una y otra vez. Repito que no me merezco esto, nadie lo merece. Sin embargo no puedo arrancarte de mí. No hay dolor más bello que tu piel y la mía unidas por el paso del tiempo como si fueran una sola. 



Manifiesto de una teta feliz
Se había acostumbrado a vivir desprejuiciada, libre por el mundo, sin ataduras. Atrás quedaron los chistes que soportó durante la adolescencia por ser tan chica, casi invisible ¨nada de pecho, nada de espalda¨, ¨te las chupo a ver si te crecen¨, ¨flor de esfuerzo hay que hacer para encontrarlas¨.  Probó algodón, pull up, siliconas falsas… pero todo era muy artificial y si hacia afuera se veían bien, hacia adentro se sentía mal.
Descubrió los beneficios de un buen escote gracias a su primogénito y de pronto se convirtieron en ¨flor de tetones¨, ¨te saco toda la leche¨, ¨te hago 20 hijos más¨. Sostuvo el escote porque que era lo más práctico para amantar: tenerlas sueltas y al alcance de su hijo… pero el pudor que no tuvo de adolescente la acompaño en toda la lactancia y casi que la expulsó al grito de la sociedad de ¨dale leche maternizada es más fácil, práctica y tiene todos los nutrientes que tu hijo necesita¨… De verdad hay que ser una madre fuerte para escuchar un argumento tan ilógico y no querer patearle la cara a médicos, enfermeras, amigos, padres, compañeros… que más práctico que la teta, que está ahí, lista, al alcance de la mano, a la temperatura exacta que disfrutan, bien pegaditos a mamá y dándole amor además de alimento. Todos hablan de las tetas, pero cuando la teta se convierte en algo sagrado se rodea de un silencio tan profundo que tu mejor aliado para salir de dudas es internet. Fue la teta sufrida, la que costaba que salga, la ampollada, la dejada de lado una y otra vez. Y así, como quien no quiere la cosa ganó el cartón y volvió a su forma de pasa de uva.
La segunda vez que se llenó de leche anduvo orgullosa mostrándole al mundo que su ella (teta) era más grande que la cabeza de su hija. Su mamífera chupaba extasiada y hasta compartió la leche con otros bebés que necesitaban.  Después de 15 meses de orgasmos de madre e hija, sin previo aviso se secó. Se secó y no quiso saber de razones, dietas o pellizcones para volver a crecer. Así, pasa de uva más arrugada, puro pezón… mi torso se convirtió en una especie de chiste de mal gusto. La cicatriz de la cesárea obligada por parto de cola formando una sonrisa cruel, el ombligo deformado por el vientre deshinchado como una nariz de cerdo y mis tetitas ojos tristes de payaso en desuso.
Busqué mi autoestima más adentro, ahí donde no se ve. Pero qué difícil momento elegí, recién separada, con las crías a cuestas y un cuerpo lleno de cicatrices recordándome la reciente y eterna maternidad.  Y con las tetas al aire, así chiquitas y todo, sin corpiños que las levanten o las presionen hasta que no puedas respirar, porque tu hija decidió agarrarse fuerte de ellas hasta que desaparezcan de sus manitas.
Esas tetas, a veces sagradas, a veces bien putas, esas tetas que dan seguridad o esas tetas que te meten para adentro, esas tetas de madre, de esposa, de hija, de mujer, de señorita, de niña… esas tetas sobre las que todes hablan son las mismas tetas censuradas. Son las mismas tetas que tienen que responder a un cánon de belleza (como todo lo demás) a fuerza de corpiños agobiantes, de cirugías invasivas, de tetas plásticas, siliconadas, hombreras, de hormonas… cualquier material es bueno para pertenecer.  Esas tetas fotografiadas por todas las marcas, desde la lógica de la ropa interior hasta la ilógica de una cerveza, si son expuestas públicamente desde nosotras, desde nuestras redes, en una especie de resistencia a la imagen cultural imperante, son censuradas. No importa si es una teta que amamanta, si es una teta que acaba de ser reconstruida después de un cáncer de mamá… son tetas que no se quieren mostrar, son tetas reales, de mujeres que las usan, no que las tienen ahí solo para ser expuestas como mercancía. Somos ofensivas, nos denuncian, nos llegan intimaciones por compartir material pornográfico, nos bloquean nuestras redes hasta que juremos una y mil veces encuestas virtuales que prometan que no lo haremos más.
Mientras tanto, cientos de mujeres renunciamos a horas de sueño denunciando aquello que sí sabemos con certeza que es contenido explícitamente sexual, que comparten imágenes robadas de niñas en malla, bikini, en situaciones de completa naturalidad con su cuerpo y que pedófilos usan para masturbarse, pero que las redes deben chequear una y otra vez si son ofensivas o no. Imágenes de mujeres descuartizadas, de Ángeles metidas en bolsas de residuos, de niñas abusadas que llenan el muro de todas las agrupaciones feministas en un acto de desesperación para que algún dirigente decida tomar el caso o los medios (esos aliados perversos) le den difusión solo por el raiting que generan esas fotos de alto impacto. El mismo raiting que les genera a las grandes marcas una mujer en tetas.
En medio de esta crisis personal de necesitar encontrar afuera lo que no logro reconstruir por dentro, porque somos imagen también, y cuando te miras al espejo y solo ves cansancio de mujer-madre-trabajadora, impotencia de militante, necesidad de volver a sentirte linda ( no linda según el mercado, sino de encontrarte con esas partes que te gustan de vos) volví al espejo y me reí de mi teta, mi teta chiquita, pasita de uva, puro pezón estirado por la succión de dos hijes y la mano de una que no quiere soltarlo… sentí que debía volver a encontrarle un sentido a esa teta para que recupere la libertad de su juventud. Recordé mi acto de rebeldía a los 19 años, lejos de casa viviendo sola perforando mi nariz (cuando no se usaba acá) sintiendo que podía decidir libremente sobre mi cuerpo. Recuerdo el placer, recuerdo no poder abandonar el espejo mirando ese agujero que significaba libertad. Es que los símbolos son eso, construcciones cambiantes relacionadas con lo cultural y las distintas formas de percibir la realidad.
Recuperé la adrenalina de mi adolescencia y sin pensarlo abrí mi teta al mundo para perforarla y volver a sentirla desprejuiciada y rebelde. Y decidí compartirlo también, con el mundo virtual. Y aparecieron los inmaduros que escuchan la palabra teta y se les para la pija, pero también aparecieron las mujeres que se vieron identificadas con el sentimiento de reconstrucción del cuerpo de una, los hombres que se sorprendían de nuestros argumentos y felicitaban la idea de ser felices sin tener que responder a lo que el mercado impone. Todas las conversaciones filosóficas y culturales que se dieron sin fronteras entre feministas, machistas, y cualuquiera que tuviera ganas de opinar  a lo largo de tres días en torno a esta teta feliz fueron denunciadas y borradas de todos lados.  No quedó registro para recuperar, para repensar qué nos pasa como sociedad. No creo que haya sido la teta lo obsceno que se denuncia, una teta que casi no se ve, ahora invadida por un piercing, creo que lo insultante fue la felicidad con la que se exponía al mundo, de nuevo desprejuiciada sin temor a ser juzgada.
Volví a mirarme al espejo y a enamorarme de ella, de su imagen que representa la libertad de poder decidir sobre mi cuerpo. Me recuerda también que aún quedan muchas batallas que dar, porque para poder decidir libremente sobre nuestros cuerpos nos faltan conquistar los derechos más básicos: decidir cuándo queremos ser madres, decidir cómo vivir nuestra sexualidad libremente, recibir educación sexual integral porque la información es poder… pero sobre todas las cosas dejar de pelear para seguir vivas y así poder vivir eligiendo cómo queremos vivir nuestras vidas.
2016.

Sin título I


Ya no es como la primera vez, cuando no sabíamos como reaccionarían nuestros cuerpos al encontrarse. Cuando el deseo de besarnos y tocarnos chocaba con la idea de ¿no gustarnos?. Recuerdo haberte deseado mil veces, recuerdo no animarme a dar ese primer paso. No me acuerdo por qué. Tal vez quererte tanto era lo que me alejaba de desearte también. El temor de la carne entre nosotros, y después ¿qué?
La primera vez que entraste en mí la recuerdo como si hubiera sido ayer, como si no hubiera existido otra primera vez para mi, si la cuenta empezara de cero otra vez. Recuerdo mis lágrimas mezcladas con el goce de sentirte eternamente mío. Recuerdo que saliste, de pronto, que escapaste. También recuerdo mi búsqueda desesperada por volverte a tener, un ratito más, una dulce tortura. Porque en ese mismo instante supe que no serías mío nunca más.
Te gocé, te bebí, me llené de vos. Sabía que lo nuestro era imposible, pero necesitaba sumergirme bien profundo, tocar fondo, verte ir, arrancarme de tu vida y quedar para siempre rota de vos.
Me doliste mil noches, invadiste mis sueños más de las veces que hubiera imaginado posible tolerar, sensaciones… tu cuerpo, mi cuerpo, mi corazón, dolores compartidos, una vida y pensar vivirla sin saberte ahí fue dolor, puro dolor.
Me enojé, quise dejar de quererte, quise explicarle a mi mente lo que el corazón no entendía. Sabía perfectamente que a ese punto en donde nos habíamos vuelto a encontrar éramos dos extraños. Sabía que es imposible amar lo que no se conoce… sin embargo sos casi el único ser en esta tierra que sabe quién soy.
Entonces me reconcilié, acepté que cuando se ama como yo te amé a vos, y como sé que me amaste, con el amor más puro que dos personitas que recién despiertan a la vida se tienen, no existe reemplazo para ese amor. Acepté que por alguna razón del destino no fuiste el primer hombre de mi vida, ni el segundo, ni el tercero… que fue necesario que pasara mucho dolor para entender dónde está el amor. Me reconcilié con el recuerdo de las noches en que después de horas de hacer el amor, escapabas de mi, de nosotros, que sé yo. Y finamente entendí que seguramente te causé un gran dolor sin darme cuenta y que me alejaste porque no estabas a salvo dejándome cerca de tu vida.    
Y me escapé, de vos, de tu sombra, de la idea de encontrarte alguna vez… porque entendí que yo voy a amarte siempre. No sé cómo, pero te veo y tiemblo, y siento mariposas en la panza, y mi cabeza me avisa que probablemente es un error, que no me conoces (ha pasado una vida sin vernos, los mundos tan distintos!) y sin embargo te tengo cerca y es como si fuera ayer, o antes de ayer. Como si otra vez estuviéramos en la parada del 110, vos con tus jeans verdes ajustados, tu campera negra y tu pelo largo… y me arrinconas contra la pared y yo me deshago en tus brazos, me pierdo en tu lengua, me embriago y me lleno de vos… 

HAY DÍAS
Hay días buenos, días malos, días que no significan nada y días raros. Pero también hay días como hoy.
No sé como llegué hasta acá. Tome un subte, después el tren, caminé cinco cuadras derecho, doblé en la plaza y caminé dos cuadras más hasta la esquina. Bueno… si sé.
Son las diez de la mañana, normalmente estaría en la oficina, probablemente haciéndome un café, seguramente ordenando una larga jornada de trabajo. Pero hoy no, hoy estoy sentado en una esquina.
Cuando la gente pregunta por el primer amor ¿qué es lo que están preguntando? ¿Por aquella persona con la que te diste el primer beso? ¿Por aquella con la que lo hiciste por primera vez (digo lo hiciste porque si dijera hacer el amor estaría dando por sentado que en esa relación sexual había amor y cómo saber si es amor si es justamente lo que me estoy preguntando)? ¿O es acaso quién hizo que por un instante (o por muchos) te sientas la persona más especial en el mundo?
La esquina. Esta esquina. La esquina de mi casa, que para mí no significaba nada más que el lugar donde doblaba para ir a comprar bizcochitos a lo del pelado.
Mamá solía saludar a todo el mundo, y cuando digo todo el mundo es verdad. Mi mundo era más grande que yo, que tenía solo tres años, y mamá parecía conocer a todas las personas que caminaban por donde nosotros caminábamos. Yo quería ser como ella, pero había demasiada gente a la que saludar y satisfacer con mi sonrisa y mis rulos que constantemente eran tocados por alguna mano metida (odiaba el chiste que todos hacían de que iban a cortarme un rulo para ponérselo ellos, todos menos el pelado, que me dejaba decirle así porque no tenía pelos, ni uno). Así que decidí que solo gastaría palabras en quién yo quisiera. Y ahí iba mi mamá, saludando a todos y yo de su mano haciéndome el indiferente.
Mamá hablaba mucho con una señora, nunca la miraba, ella decía que yo tenía vergüenza, pero la verdad es que era parte de mi plan, y ellas hablaban tanto que solo para molestarla no quería hacerme su amigo.
Yo era chico, pero eso parecía no importarle a mi mamá a la hora de hacer sus viajes. Y la verdad es que cuando ella se iba todos me consentían, así que a mi tampoco me
importaba.
Se fue a Paraguay. Inventó un juego (siempre inventaba juegos antes de irse). Mamá le dijo a su amiga de la esquina que se iba a Paraguay, y ella le contó de su casa, de su mamá y de los mejores lugares para comprarme regalos a mi. Levanté la mirada para ver la cara de esa señora que sin conocerme le recordaba a mi mamá que además de su viaje no tenía que olvidarse de tomarse un tiempo para elegirme el mejor regalo paraguayo.
Desde ese día decidí que sería mi amiga: Irene.
Los días que mamá no estuvo pasé por al lado de ella con mi tía que, como no la conocía, no la saludaba. Pero Irene me guiñaba un ojo, y yo daba vuelta la cara y miraba como me hacía chau con la mano. Era un secreto entre los dos.
Mamá volvió con regalos y esa mañana corrí a la esquina a contárselo. También jugaba a que hablábamos en paraguayo (una vez le pregunté al dueño del supermercado chino si hablaba en paraguayo porque no entendía lo que me decía).
Llegué temprano. Ésta no era la hora en que solía encontrarla. Pero ahora hay más chicas que miran como ocupo su parada. Algunos autos pasan rápido, otros detienen la marcha para mirar, uno bastante lujoso hace subir a una de las chicas. Eso tampoco cambió, aunque antes no entendía a que estaban jugando.
Esa mañana, cuando mamá abrió la puerta de calle busqué desesperado a Irene, no la veía y mamá gritaba con que no me aleje de ella porque me podían robar. Doblé la esquina sabiendo que se me venia un tirón de orejas (pero los de mi mamá no dolían). Y ahí estaba, cerca del cordón de la vereda, mirando el infinito. Corrí a abrazarla y ella me abrazo tan fuerte que me levantó con sus brazos. Me agarré con las piernas a ella pero no pude envolverla, y mientras acariciaba mis rulos (esos que otras mujeres querían cortar) le conté que la noche anterior el doctor me había cocido la frente porque me corté la cabeza ¨por desobediente¨ acotó mamá.
Puso su mano sobre la venda, pasó sus dedos dulcemente, mientras con la otra mano me sostenía fuerte contra el pecho.
Mamá nunca pudo hacer eso, era muy chiquita y si me hacía upa tenía que agarrarme fuerte con los dos brazos porque si no corríamos el riesgo de caernos los dos. Y ella no quería soltarme, pero sus huesos se me clavaban cuando yo apoyaba mi cabeza en su pecho y eso realmente me molestaba a la hora de dormir.
Irene era mi amiga y yo se lo contaba a todos los vecinos del barrio que miraban a mi mamá como si estuviera loca. Todos los días tenía una enorme sonrisa para mi, un abrazo para darme y sobre todo dos oídos grandes para escuchar mis hazañas mañaneras.
La gente sigue pasando por al lado de las chicas y hacen de cuenta que no las ven.
Solía ponerme nervioso cuando Irene no estaba. Recuerdo una sensación de mariposas en la panza, pero eso es imposible, el amor tiene que entenderse para poder llamarlo por su nombre ¿no? y a los tres años se supone que solo podes amar a tu mamá, aunque nadie te diga por qué, o el por qué sea que fue ella quien te trajo al mundo.
¿Y si yo no quería este mundo?
No hay Irenes esta mañana, ni aquella mañana que salí a la calle y no la ví. Mamá también se puso triste, pero ella tenía otras amigas. Yo la había elegido a ella y ella a mi.      
Si tuviera auto podría ser uno de los conductores que pasan por la calle y aminoran la marcha mirando las esquinas. Si tuviera auto pararía en cada una de las esquinas, pero seguramente me mirarían como la miraban a mi mamá saludando a cada una de las chicas. Ya no hablan como antes, tienen la mirada perdida. No sonríen con la luz que ella lo hacía.
Ya me acuerdo, estaba cansada.
Le dolía estar parada en la esquina (por eso seguramente usaba zapatillas). 
Mayo de 2012. 



Además podes leerme en los siguientes blogs:

:: http://peligromadreprimeriza.blogspot.com/






No hay comentarios: